Por qué es difícil controlar brotes epidémicos en un mundo que se mueve tanto

En los últimos 20 años nuestra forma de movernos ha cambiado radicalmente, estamos acostumbrados a pisar un aeropuerto varias veces al año, ya sea para trabajar o para ir de vacaciones. Según datos de la IATA, en menos de 15 años el número de viajes se ha duplicado, con previsiones de más de 8.200 millones de pasajeros en todo el mundo para 2035. Este crecimiento ha hecho que el mundo parezca cada vez más pequeño. No sólo para nosotros, sino también para las enfermedades infecciosas. Y ahí es donde empiezan los problemas.

Para controlar una pandemia, es clave detectar los primeros casos lo antes posible y confinarlos antes de que puedan generar otros brotes. El tiempo entre la infección y la aparición de la enfermedad es lo que se define en epidemiología como el período de incubación. Durante este período, la persona infectada no muestra ningún síntoma y continúa viviendo su vida normal, ignorando el hecho de que está propagando la infección. Este período, sin embargo, puede variar mucho entre distintas enfermedades. Esto implica que analizar los datos de una epidemia es como mirar hacia atrás en el tiempo: los nuevos casos que vemos hoy en día son el resultado de infecciones que ocurrieron hace días, dependiendo de la enfermedad.

En el caso de COVID-19 la gravedad de los síntomas puede variar mucho de una persona a otra, con un porcentaje relativamente alto de pacientes asintomáticos -personas que tienen el virus en la sangre sin mostrar ningún síntoma-, lo que hace posible que la persona infectada no se dé cuenta de la enfermedad y no tome medidas para evitar su propagación. 

El investigador del IFISC (UIB-CSIC) Sandro Meloni ha publicado "Por qué es difícil controlar los brotes epidémicos en un mundo que se mueve mucho", un artículo de divulgación que analiza este problema en The Conversation, un portal de noticias y análisis escrito por la comunidad académica e investigadora.